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miércoles, 16 de diciembre de 2015

MUÑECA RUSA

Aquí está el relato. Doscientas palabras justas. Puede que no sea del todo malo porque quedó el tercero entre más de dos mil. Cuando pensé en escribirlo recordé que en algún lugar había leído algo que hacía referencia a... me gustó la idea y la usé para contar mi minihistoria negra. La memoria me falla (digo en mi descargo que esa lectura tuvo lugar hace casi cuarenta años) pero San Gúguel no: era una cita al inicio de "La tía Julia y el escribidor", de Mario Vargas Llosa. Juego de muñecas rusas o de espejos infinitos, aunque en mi relato solo haya dos matrioskas y dos imágenes.

Y, como ilustración, nadie mejor que mi Julio.



El grafógrafo
a Octavio Paz

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

Salvador Elizondo



Imagen tomada de aproxlitecomteu.wordpres.com




MUÑECA RUSA


Juan encendió el ordenador dispuesto a acabar la novela. Era la tercera de la trilogía y el éxito de las dos primeras había aumentado las exigencias de la editorial. Querían un final brillante, inesperado.

Años antes, trabajando en periodismo de investigación, se había infiltrado en un cártel sudamericano. Abandonó al poco tiempo, asustado de la facilidad con que se despachaba a camellos y prostitutas, pero había tenido tiempo de conocer los entresijos del negocio. Con eso y con bastante imaginación había montado las aventuras de su personaje: un periodista  escritor infiltrado en una banda de narcotraficantes y proxenetas.

Tendrían un final inesperado: su protagonista escribiría el último capítulo sin sospechar que había sido descubierto y habían ordenado su muerte.

Absorto en la escritura, Juan no oyó la puerta ni los pasos que se acercaron a su espalda.


Tampoco el disparo silenciado que le atravesó la cabeza justo cuando escribía “FIN”.


jueves, 3 de diciembre de 2015

COSAS DEL KARMA



Serán cosas del karma pero, como dice MariFé de Alejandría, si no te fijas en lo que siembras, no te sorprendas de lo que cosechas.






Imagen tomada de artesanum.com


ESPEJO, ESPEJITO...


Lo que son las cosas, espejo, espejito mágico. Aquí me tienes, asomada a tu cristal, buscando otra arruga más en las mejillas, otro surco más profundo junto a los labios, otra bolsa bajo los ojos, otra cana...

Total, solo hace veintiocho años que conocí a Julián, que me encapriché de él y que hice todo lo posible por engatusarle, a pesar de que era el novio de mi amiga Lucía. Es mucho tiempo, espejito, ¿verdad?, muchos días, uno tras otro... Y un día descubres algo que parece el inicio de una pata de gallo y al otro ese ligero frunce del labio superior... Y una semana más tarde te das cuenta de que has perdido mucho pelo...

Yo entonces no lo sabía, ni siquiera podía imaginarme que algún día dejaría de ser la chica preciosa de mirada brillante que había conseguido que Julián abandonara a Lucía y se casara con ella. Nadie espera eso, nadie piensa que puede pasarle.


Pero me ha pasado. Como a todo el mundo. Y no me importaría, espejo, espejito... Te juro que no me importaría no tener las mejillas tersas ni la piel apagada ni el pelo lleno de canas ni los ojos cansados si no fuera porque Julián se ha marchado, me ha abandonado y se ha ido con una de las empleadas de la agencia, una jovencita preciosa de veintiocho años, piel radiante, ojos de gata y melena rubia.