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domingo, 4 de mayo de 2014

WE ARE THE CHAMPIONS

Un relato de... fútbol-ficción. Supongo.





Foto tomada de elcomercio.pe


CELEBRACIÓN ANTICIPADA

El entrenador Klaus Ireneus von Hoffmann (conocido desde sus tiempos de jugador como “Cometa” Klaus) se acomodó en el sofá, se sirvió una generosa jarra del barrilito de Kainikenn (la mejor cerveza de la galaxia) y abrió el paquete de auténticas patatas fritas sintéticas al punto de sal. Luego pulsó el mando a distancia de la telepantalla y se dispuso a saborear su triunfo. En realidad, más que triunfo era un alivio, pero no por eso iba a dejar de disfrutarlo.
Había sido un año muy duro. Nunca, desde que había empezado a entrenar al Atlético de Orión, la mala suerte le había perseguido como en la temporada que estaba a punto de terminar. No era que durante aquellos ocho años hubiera obtenido resultados particularmente brillantes pero, al menos, había conseguido mantener al equipo en posiciones medias de la tabla. Pero aquella campaña… aquella campaña había sido funesta.
Nada más empezar la Liga Galáctica, sus dos mejores delanteros se habían lesionado en un partido benéfico a favor de la Asociación de Astronautas Retirados. Sin ellos, la primera mitad de la Liga había sido un auténtico desastre. El equipo había saltado de derrota en derrota. Bueno, habían conseguido empatar con el Olimpic Bitelgeuse, recién ascendido de segunda, pero fue gracias a que, en el minuto quince, el Bitelgeuse se había quedado con diez jugadores: su portero le había disparado al árbitro con un bolígrafo láser a causa de un polémico fuera de juego. El resto de los encuentros disputados habían sido un muestrario de errores, un paradigma de falta de coordinación y un ejemplo de cómo no se debe jugar al fútbol.  El resultado había sido que el fantasma del descenso había planeado sobre el equipo durante la segunda parte de la Liga y lo había puesto en la delicada situación de jugarse la categoría en el último partido. Sobre la cabeza de “Cometa Klaus” planeaba, además, la amenaza del Presidente: “Como el equipo baje a segunda te vas a la puta calle”.
Pero no había nada que temer. El Atlético de Orión había jugado el sábado y, en un partido agónico, había conseguido ganar al Halley F. C. Ahora solo quedaba esperar a que su rival en la lucha por la permanencia, el Real Cósmico, perdiera su partido. Y eso era lo que iba a pasar porque el Real Cósmico se enfrentaba, nada menos, que al ya decidido campeón de Liga, al Cádiz C.F. Desde que, en el lejano 2009, el Cádiz C.F. subiera a Segunda, el progreso del equipo había sido constante y arrollador y había culminado en la cima de la Liga Galáctica donde reinaba en solitario, con un liderazgo indiscutible, desde hacía varias décadas. Los “siderales” (apodo que había sido ocurrencia de Castellán, el famoso comentarista deportivo) paseaban por toda la Galaxia, como estrellas de cinevisión, su presupuesto astronómico, su palmarés inigualable y, sobre todo, su buen fútbol.
Klaus Ireneus von Hoffmann se metió un puñado de patatas en la boca justo en el momento en que el locutor empezaba a recitar las alineaciones de los equipos contendientes. Al oír los primeros nombres del Cádiz C.F. Klaus dio un respingo en el sofá. ¿Qué era aquello? ¿Ni Brayan ni el choto McMillan ni Paquillo ni Romualdo? ¿Dónde estaban las figuras que aquel año habían llevado al equipo  a la puerta misma de la gloria?
El locutor explicó por qué el Cádiz había tenido que recurrir al segundo equipo: para celebrar la victoria en la Liga, el Presidente había encargado unas cuantas cajas de langostinos de Sanlúcar. El viaje desde la Tierra hasta Dédalo, el pequeño planeta de la constelación de Andrómeda que era la sede del Real Cósmico, les había sentado mal a los langostinos y los langostinos les habían sentado mal a los titulares del Cádiz.
“Cometa” Klaus notó un hilo de sudor bajando por la espalda. Cuando, en el minuto quince, el Real Cósmico marcó el primer gol, un escalofrío helado empezó a subirle por las piernas. Con el segundo, marcado minutos más tarde, se le nubló la vista.
Instantes después de que el tercer gol subiera al marcador, el número privado del Presidente empezó a centellear en la pantalla del teleteléfono anunciando una llamada borrascosa.

Pero Klaus Ireneus von Hoffmann no pudo contestar. 

1 comentario:

  1. ¡Pobre Klaus Ireneus von Hoffmann! No haber llegado a marcar contra los aristolianos, porque esos, sí que son invencibles.(Gracias a los pepinos, tomates y bellotas de su dieta) ¡Humm! Acabo de revelar su secreto para el éxito.
    Besos lunáticos.

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