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jueves, 20 de diciembre de 2012

SOLIDARIDAD

Ese fue el tema del Tintero Virtual y aquella semana mi musa decidió darse un descanso en sus interminables vacaciones y me sopló una idea. Idea que, tal día como hoy, viene que ni pintada.






SOLSTICIO DE INVIERNO (I)


Raziel dejó la lámpara de aceite en la hornacina y, con lo ojos semicerrados, se acercó al camastro en el que Dina ya dormía. Por la mañana, después de ordeñar las ovejas, echarles el maíz a las gallinas y trabajar un buen rato en el huerto, había llevado la mula al herrero y acarreado diez fardos de hierba seca desde el prado hasta la cuadra. Por la tarde había aprovechado las pocas horas de luz que quedaban para arreglar varias tablas de la cerca que el viento casi había arrancado de cuajo. Hacía ya tiempo que, al final del día, notaba el mordisco del dolor en las articulaciones y la noche le encontraba con un único deseo: tumbarse y arroparse, buscar el calor de las cobijas, que aliviaba el cansancio de sus piernas, y dormir tranquilo hasta la mañana siguiente.
Apenas había cerrado los ojos cuando le sobresaltó el ruido de dos fuertes golpes en la puerta de la casa. Pensó de inmediato en Ishak, su vecino, que llevaba varios meses enfermo. Tal vez había empeorado y era su esposa la que llamaba porque necesitaba ayuda. El cuerpo de Dina se movió sobre el jergón.
—¿Qué ocurre? —preguntó con el tono trabajoso de quien acaba de despertarse.
—No sé —contestó—, no son horas de recibir visitas.
Se echó sobre los hombros un manto de lana, tomó el candil y se llegó hasta la puerta.
—¿Quién llama? —preguntó alzando la voz.
Al otro lado, la respuesta sonó suplicante.
—Abrid, en nombre de Yahvé, somos peregrinos.
No reconoció al que hablaba y, con recelo, abrió despacio hasta dejar un resquicio por el que adelantar la lámpara. A su luz, pudo distinguir a un hombre joven de poblada barba. Se apoyaba en un largo báculo y sujetaba el ronzal de un borriquillo sobre el que una mujer tiritaba de frío.
—¿Qué buscáis a estas horas de la noche llamando a la puerta de desconocidos?
—Perdonad nuestro atrevimiento pero hemos hecho un largo viaje, mi esposa está muy fatigada y no encontramos lugar en el que alojarnos. He visto que tenéis una cuadra y he pensado que tal vez vuestra bondad nos permitiría pasar la noche en ella…
La voz de Dina sonó desde el fondo de la casa.
—¿Qué ocurre, Raziel? ¿Se trata de Ishak?
—Calla, mujer —dijo Raziel hablándole a la oscuridad. Luego se volvió hacia el hombre—. Esperad aquí.
Entornó la puerta y fue hasta Dina.
—Son peregrinos —explicó—, me piden dormir en la cuadra porque no han encontrado posada.
Dina se incorporó, ya completamente despierta.
—¿Cuántos son?
—Dos, un hombre y una mujer. O mejor diría tres, me ha parecido que la mujer tiene una preñez muy avanzada…
—¿Y qué piensas hacer, esposo?
Raziel miró a su mujer buscando su aprobación.
—He sentido lástima por ellos, parecen muy cansados. Sería cruel dejarlos a la intemperie, la noche está fría…
—Y ahora me dirás que Salomón dijo que a sí mismo beneficia quien es compasivo, ¿no es así, esposo?
Raziel bajó los ojos.
—Algo así iba a decirte…
Dina sonrió.
—Está bien —dijo—, deja que pasen la noche en la cuadra.
Raziel sonrió también. No esperaba una respuesta diferente. Iba hacia la puerta cuando la voz de Dina sonó a su espalda.
—¡Pero dile a la mujer que no se le ocurra ponerse de parto!

5 comentarios:

  1. Feliz Navidad, un beso¡¡

    Me gustó y me gusta¡

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  2. Creo que se puso de parto y que hasta los Reyes les visitaron. Por lo menos hubo un caso así. Besos

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    1. Yo también había oído eso, María Luisa.
      Y lo mismo hasta es verdad.
      :-)
      Un abrazo grande.

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  3. Muy oportuna esta solidaridad con los desahucios que están sufriendo bastantes gentes de bien.
    ¡Feliz Navidad! Muchos besos.

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    1. Feliz Navidad, Rosa preciosa.
      Ya ves, no hemos inventado nada.
      Muchos besos también para ti.

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