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miércoles, 26 de diciembre de 2012

ANIMALES DE COMPAÑÍA

Hoy hemos disfrutado una larga y agradable sobremesa bilingüe en la que, entre otras muchas cosas, hemos hablado de animales de compañía. Haciendo repaso, entre unos y otros tenemos o hemos tenido: una gata que bebe agua en el bidé, otra que trasladó a sus cachorros uno a uno hasta el cuarto de las chicas porque no quería dormir en la cocina, un gorrión que se enfadaba cuando lo dejaban solo en casa varios días, una tortuga con depresión, una perra grande como un pony y tranquila como una oveja, un perro al que le gustaban el pepino, la zanahoria, la cebolla y otras hortalizas... 
Pues eso: animales de compañía.

(Edito unos días más tarde: mi amiga Africa me cuenta que su perro Chester es el encargado de abrir los regalos en su casa. Lo hace con todo el cuidado, rasgando el papel sin dañar el contenido)










SCATTERGORIES

Qué simpática la doctora Robles, qué amable siempre con ella. “No me llames doctora, Encarna, todavía no lo soy”, le había dicho, y ella había contestado “Pero pronto lo será”. Tal vez por eso, porque era la más joven de todo el equipo, porque aún no era doctora, todos la trataban como si fuera una estudiante, pero ella no parecía darles importancia a los aires de superioridad de sus colegas. “Yo estoy aquí para aprender y para trabajar, Encarna, estoy haciendo mi tesis”. Ella no sabía muy bien qué era eso de la tesis pero no se atrevía a preguntar, no quería que la gente supiera lo ignorante que era, que por eso no podía ser más que limpiadora, porque no había estudiado y había muchas cosas que no sabía, por ejemplo esa: en qué consiste exactamente la tesis y por qué hay que estudiar y trabajar tanto para hacerla.
Ella ya se había fijado en el bicho. Siempre lo hacía cuando fregaba el suelo del laboratorio, se fijaba en todos los animales que había en los acuarios, que los había muy raros, como aquellos gusanos de rayas amarillas o como los peces gordos de color rojo, pero aquél le había llamado la atención más que ninguno. Era grande, de color tierra con manchas pardas, y se movía ondulándose como una bandera al aire, le recordaba a una bailarina de la danza del vientre que había visto una vez en un espectáculo, y a veces se quedaba pegado al cristal y parecía que estaba mirando lo que pasaba fuera, eso lo hacía sobre todo cuando ella andaba cerca y por eso se fijaba más en él que en ningún otro, porque parecía que el animal la espiaba.
“Es curioso el bicho éste”, le había a la doctora Robles. “Y muy listo. Se llama Octo”, le había contestado la doctora. “¿Muy listo?”, se extrañó ella. Entonces la doctora le explicó que estaban haciendo pruebas con él para demostrar que era capaz de hacer cosas que nadie se esperaba en un animal acuático como, por ejemplo, abrir la tapa de un frasco de cristal para alcanzar el cangrejo que habían metido allí. “¿Abrir un frasco?”
La doctora había sonreído al ver su sorpresa y se había ofrecido a enseñarle los vídeos que tenían grabados con los experimentos que habían hecho. Quedaron a última hora de la tarde, cuando ya todo el mundo había terminado su trabajo y laboratorios y despachos quedaban vacíos. Cuando Encarna vio las cosas que el pulpo era capaz de hacer, se quedó maravillada. No solo abría la tapa de un frasco de cristal para conseguir su comida, también sabía encontrar la salida de un laberinto y escapar por un tubo estrechísimo.
“¿Y qué harán con él cuando hayan terminado los experimentos?”, quiso saber. La doctora Robles tardó un poco en contestar. “No sé”, dijo al fin, “supongo que… se desharán de él”.
No quiso preguntar más porque de repente había pensado que deshacerse del bicho era tirarlo a la basura y solo de imaginarse la agonía del animal en el fondo de un contenedor había notado un peso en el estómago, como una congoja muy grande.
Los días siguientes se entretuvo más en la zona de los acuarios, hacía como que tenía que quitar una mancha del suelo y se acercaba al cristal del pulpo contorsionista y se quedaba mirándolo. Octo parecía que se daba cuenta porque, al poco, se acercaba también al cristal, pegaba los tentáculos, se quedaba quieto y parecía que la miraba con sus ojos saltones. Una mañana le dio como un pronto, un impulso; una locura, desde luego, pero no pudo evitarlo: metió la mano dentro del acuario. Casi enseguida, Octo se acercó y empezó a mover los tentáculos alrededor de su brazo, muy despacito, con suavidad, rozándola apenas, y se sintió como si la estuviera acariciando.
Le preguntó a la doctora Robles si tenían previstos más experimentos con el pulpo y la doctora le dijo que ya estaban terminando. Aquella noche apenas pudo dormir pero por la mañana ya había decidido lo que iba a hacer.

Como el día que la doctora le había puesto los vídeos, esperó a que todo el mundo se hubiera ido y entonces cogió un cubo y entró en el laboratorio. Lo sumergió en uno de los tanques más grandes para llenarlo de agua salada y se acercó al acuario del pulpo. Parecía que el animal estaba esperándola porque, en cuanto Encarna metió el brazo, se acercó lentamente y enroscó los tentáculos alrededor. No se movió cuando lo sacó al aire pero se soltó de inmediato en cuanto estuvo sumergido en el agua del cubo.

Se gastó todos sus ahorros en un acuario de muchísimo litros, con rocas de verdad, fondo de grava y plantas acuáticas, pero es que quería que Octo estuviera cómodo y no echara de menos el océano. Con el tiempo le enseñó algunos trucos nuevos, como esconderse debajo de un bol de plástico o lanzar los tentáculos como si fueran un látigo para capturar los cangrejos que le mostraba por encima del agua, y, cuando sus sobrinos jugaban con ella al “Scattergories”, no tenían más remedio que aceptar “pulpo” como “animal de compañía”.


1 comentario:

  1. Ahora comprendo lo que es un "animal de compañía". Tuve uno de cuatro patas, un peludo al que le encantaba el marisco, una navidad se comió una docena de langostinos, eso sí, las cabezas no le gustaban y las dejó degolladas en el suelo. Los hay con toda clase de "curiosidades" ¡Ja,ja,já!
    Un beso.

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